En ocasiones sus cuadros eran alimentados con la cultura en sus más disimiles vertientes y el arte popular, en otras, lo fantástico y lo mitológico fluían a través de su mano hasta llegar a convertirse en una realidad que reflejaba los mitos y leyendas cubanas, sobretodo, los que poblaban y aun hoy persisten, en los campos de la región central del país, al tiempo que le daba a sus líneas y formas, al alma de la poesía.
Cleva Solís Castiñeiras, 1926-1997, escritora, poetisa, pintora, se graduó de Licenciatura en Ciencias Publicitarias en la Universidad Masónica José Martí, y realizó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana.
Cleva Solís trabajó durante muchos años en la Biblioteca Nacional José Martí, donde cultiva una entrañable amistad con la poeta e investigadora Fina García Marruz, y en 1953 integra el grupo de intelectuales que se nuclearon entorno a la revista Orígenes. El propio José Lezama Lima, director de la revista, diría de ella:
Sus palabras tienen algo de gato egipcio y de sobresaltado ratón blanco pinareño que acaricia un paño sagrado de la india. Con un enorme lazo arcoíris penetra y mide la runas de un cafetal, donde encuentra la rabiche, que sólo Cleva sabe llamar por su nombre, coronada de amaranto y el rostro de una dama romana manchada de té tibetano.
En 1951 conoció a Samuel Feijóo, y este motivó en ella el amor hacia el dibujo y la pintura, llegando a ser considera su obra pictórica tan importante y necesaria como su obra poética.
Se integra al Grupo de Dibujantes y Pintores Populares de la Villas, y a raíz de esto, junto a destacados intelectuales nacionales y extranjeros, comienza a colaborar en la revista Signo.
Como artista de la pastica la Solís realizó diversas exposiciones, personales y colectivas, y en 1983, junto al maestro Samuel Feijóo y su grupo, participó en una exposición colectiva, en Lausana, Suiza.
La autora de Vigilia, trabajó en numerosas publicaciones, dentro de las que cabe destacar Islas y Lunes de Revolución, y se dedicó profundamente, con la misma fuerza que ponía en sus cuadros, a cultivar la poesía.
Y la maleza/ de los patios salvaje,/ los caballos de la bejuqueras/ los remolinos de delirios/ de moños y orejas de oscuros bosques/ donde el silencio/ sus cedas teje/ envolviendo/ lo naranja/ de las arañas,/ contestando/ con sus broches/ al chirriar de sus verjas eternas.
A veces pudiera parecernos que Cleva intenta dibujar con palabras, darle al poema el aliento que deja del pincel sobre el lienzo, dotándolo de colores, luz y sombras que son para su hacer, en palabras de Fina García-Marruz, como una linterna a un camino boscoso.
¿Es la mirada grave de la vida?/ Me trastorna/ su seda lenta quemándose en mi fuego,/ el sucio añil, el viejo ocre,/ el blanco perla de mariposas frágiles/ bajo el chaleco frio!
Sin duda sus saberes y dominios sobre las artes plástica, resultan en un recurso constante dentro de su hacer poético, son como grandes hadas, venidas de otro mundo, el color y la luz, como escribiera la propia Fina en La otra poetisa de Orígenes, artículo publicado por la Universidad Complutense de Madrid en 1993.
Por otra parte, la poesía de Cleva, un tanto barroca, enmarañada, difícil, profunda, se adentra con una sabiduría tremenda, reflexiva, en el alma de la vida humana, su vida.
¡Oh, címbalos que nadie oye en la noche,/ sordos gemidos, cantos breves/ que a medir no alcanza la esencia humana/ que sorbo a sorbo el tiempo satisfizo/ Veneno puro, sopor inaugurándose./ Dicha que debe ser recreo o justo lugar/ de algún otro deseo más alto.
José Coronel Urtecho dijo:
La poesía de Cleva es evidentemente toda de secretos, sus secretos que, aún revelados, siguen siendo secretos y aun compartidos con nosotros, sólo suyos.
En el año 1999 Editorial Letras Cubanas publicó un libro titulado Obra poética Cleva Solís, donde Fina García-Marruz y Cintio Vitier, con prólogo de Fina, reunieron la poesía de la Cleva.
Fina diría con respecto a la poesía de Cleva:
En el ámbito propio de esta poesía –en que se sienten, a veces, ráfagas rimbaudianas-, si «Andar es el amor del Verbo», se quiere llegar al fondo de lo conocido, al fondo de una desolación en que no interrogamos sino somos interrogados, como si toda la mudez de la naturaleza nos exigiese la búsqueda de un sentido, que no puede ser sino de rescate.
Dicha compilación incluye seis libros y un complemento al final, también selección de Fina y Cintio, titilado Poemas no incluidos en libros, y este a su vez está dividido en Poemas fechados y Poemas no fechados.
La crítica acierta al destacar los poemarios, Vigilias, Las mágicas distancias, A nadie espera el tiempo y Los sabios días, pero me atrevo a decir, con el libro en la mano, que el resto de la obra de Cleva es fundamental, sobre todo, es necesaria.
Martilla el honrado trabajo,/ el honrado albergue de ser vasto yunque/ de resignaciones,/ cuajadas en los rincones de la casa.
Cintio Vitier, por su parte, escribió sobre Cleva:
Criatura absoluta de la poesía, sólo la poesía pudo hacerle justicia a Cleva Solís, llegada su hora de madurez, Fina escribió sobre Los sabios días, el Maestro José Coronel Urtecho, en la carta más larga que hemos recibido, recordó la sentencia de Thoreau: "de poesía no puede hablarse más que en poesía". Aquel trabajo de Fina y aquella carta de Coronel querían tener alma de poema para de algún modo acercarse al misterio de "la otra poetisa de Orígenes".
Libros como este, de autores como esta excepcional mujer cubana, deberían tenerse al alcance de la mano.